31-08-07

Los Años de Oro del Estadio Palestino

Una generación completa “vivía” literalmente en el Club durante su juventud. Hoy bordean los 40 años y rememoran —y añoran— los fastuosos eventos de la época. El Festival de la Canción, la Olimpal, las magníficas fiestas de año nuevo y la fuerte integración entre los miembros de la comunidad árabe contrastan con la realidad actual. El establecimiento está de capa caída, escasean las actividades recreativas y los socios se han ido alejando.

¿Árabes o Chilenos?

Hace unos días atrás, una importante consultora internacional nos pidió ayuda para un estudio que estaban realizando referente a la presencia de las comunidades inmigrantes en los altos ejecutivos chilenos. Para esto, nos solicitaron un listado de apellidos de origen árabe que intentaban cruzar con su base de datos. Le entregamos una lista de 1.770 apellidos de origen árabe, escritos con todas las variantes posibles.El resultado fue asombroso: en poco más de 5.000 ejecutivos top de Chile corría sangre árabe por sus venas. Lo interesante es que si la cifra de 350.000 descendientes de árabes corresponde al 2,2% de la población nacional, esta proporción es prácticamente el triple cuando se habla de ejecutivos de empresas, lo cual comprueba empíricamente la importancia de la educación para nuestros primeros inmigrantes y la capacidad de nuestra gente.
El promedio de edad de dichos ejecutivos es de 47 años, que corresponde en la mayoría de los casos a la segunda generación nacida en Chile. De ellos, sólo el 26% tenía ambos apellidos árabes, lo que denota la rápida integración de nuestra comunidad en el medio nacional. Como dato curioso, de los que tienen sólo un apellido de origen árabe, el 66% corresponde al apellido paterno y el 33% al apellido materno.
La paradoja que resulta de este análisis es que en la tercera y cuarta generación nacida en Chile es posible encontrar personas con ambos apellidos “no-árabes” y que, sin embargo, tienen un 50% de sangre árabe por sus venas (o sea, que ambas abuelas eran completamente árabes).
La pregunta que nos surge es ¿estas personas son árabos o chilenos? La respuesta no la hemos cambiado desde hace siete años: todos, sin excepción, con uno, dos, tres o los cuatro apellidos árabes, somos “chilenos de origen árabe”, con tradiciones mezcladas, pero con valores arraigados.
Esta conclusión es determinante para entender y aceptar que nuestras nuevas generaciones están en un paradigma muy diferente al de sus bisabuelos, lo cual es absolutamente válido.
Las instituciones árabes en Chile, de cara al bicentenario, tienen la responsabilidad de reinventarse y hacerse cargo de esta nueva realidad, o correr el riesgo de que por su rigidez se quiebren y que -por la nostalgia del pasado- caigan en la obsolescencia de una realidad que ya no es.